jueves, 26 de noviembre de 2009

La voz de una "minoría bulliciosa" Que quiere vivir en paz y feliz la vida que Dios le dio.

Los verdaderos culpables: nosotros mismos

David Suazo Guastavino

Si el Presidente de la Conferencia Episcopal cree que los homosexuales no merecen ser "equiparados" con el resto de la sociedad, porque "el derecho romano, incluso antes del cristianismo" ya lo había decretado, NO siendo católico, me parece que a la Iglesia le hace falta con extrema urgencia una mirada realista y solidaria, y una palabra tolerante para todos aquellos que no queremos vivir bajo las lógicas de su religión. Creo que es el momento de considerar que la fe católica no es una ley, y por suerte existen políticos de verdad, que mantienen esta visión, humanista, demócrata y verdaderamente cristiana.

La institucionalidad de las sociedades modernas es sencilla de entender, ya que existiendo un abanico colorido de organizaciones de la comunidad -entre ellas la Iglesia Católica, la Iglesia Evangélica, las otras Iglesias, los cuerpos intelectuales, étnicos, culturales, de intereses comunes, de defensa de derechos, entre muchas otras-, comunidad que se rige bajo los términos (fundamento jurídico y sociológico) de un Estado (de preferencia ética cercano al Estado de Bienestar), comandado por representantes del pueblo y que aplique sus capacidades ejecutivas, de legislación, y de justicia; existe finalmente un mercado frío, que debiera dirigir los asuntos de carácter comercial y jamás ser utilizado de directriz para otras áreas de la sociedad. Ésta es la definición extendida de Sociedad de los griegos y reafirmada por Rousseau, Max Weber y otros pensadores todavía más modernos.

La Iglesia Católica, importante actor de la vida en sociedad, NO DEBE jamás pensar que su puesto sube de rango o merece una consideración especial en relación a ciertos temas, casi siempre de polémica pública o mal llamados "valóricos". En una sociedad democrática (única forma de ejercicio del poder lícita hasta el momento), son todos los elementos de la comunidad humana tan vitales como necesarios y eso significa que NADIE puede vetar ciertos temas, censurar ciertas imágenes, o callar ciertas protestas o exigencias de derechos.
Creo firmemente que los políticos son los encargados de aplicar esta forma de respeto, la única que es verdaderamente respeto porque respeto que no celebra la diversidad se parece más a un "aguante necesario", más frecuente en los regímenes autoritarios, que a la verdadera tolerancia y a su expresión política, el pluralismo.

No es la Iglesia la culpable. Somos todos, católicos o no católicos los que hemos cometido el gran error de asignarle altisonancia a voces que, legítimas, no son dueñas de ninguna verdad absoluta y de no elevar los decibeles de nuestras voces, que como pueblo, son las únicas que deben tener permiso para susurrarnos al oído cuando se lo solicitemos: de nuestra piel para afuera.