lunes, 12 de octubre de 2009

HAGA EL FAVOR DE NO ATERRORIZAR A LA DERECHA


Por Víctor Maldonado R.


Boeninger, el alarmista

En su último libro (y auténtico testamento político) Edgardo Boeninger ponía en el centro de sus preocupaciones la capacidad de dar gobernabilidad y llegar a grandes acuerdos políticos transversales. Veía a ambos aspectos como condiciones necesarias para darle a Chile un futuro mejor.

Lo que el “arquitecto de la transición” observaba en el horizonte era una gran oportunidad de progreso nacional, pero también dificultades reales que requerían de una notable capacidad política para superarlos.

Boeninger era conciente de estar viviendo sus últimos días, por lo que concentró sus “propuestas para reflexionar” en lo más trascendente para la política del país. No podía estar más alejado del debate de trinchera. Al revés, llamaba a “levantar la mirada”.

Pues bien, él pensaba que, en el período que se abría, quien llegará a ser Presidente encontraría renovadas dificultades para darle gobernabilidad al país.
Por supuesto, la prensa de derecha (casi toda la existente) destacó lo que el autor preveía en el caso que se diera un gobierno con Eduardo Frei a la cabeza y se guardó el resto del mensaje, es decir, casi todo.

En el caso que Piñera llegara al poder, el autor decía lo siguiente: “La Alianza por Chile (que a mi juicio es minoría social en el país) será minoría en el Parlamento ante una mayoría opositora de sesgo confrontacional, al menos en su ala izquierda…”. Y agregaba un párrafo igualmente importante: “Piñera tratara de formar mayorías ad hoc, negociando con parlamentarios individuales o con pequeños grupos de parlamentarios conscientes de su poder de veto, lo cual apunta a mayorías políticas del gobierno transitorias e inestables”.

Edgardo Boeninger no estaba tratando de aterrorizar a nadie. Acostumbrado al diagnostico frio y desapasionado y a identificar los cursos de acción más probables, buscaba describir cada escenario posible que se tenía por delante para saber a qué atenerse.

Siguiendo esta misma ruta, podemos afirmar tres cosas respecto de la derecha. Primero, que la oposición constituye una mayoría política y social en el país. Segundo, que ella no ha encabezado grandes acuerdos nacionales y de hecho viene de haber promovido intensamente la confrontación (la “teoría del desalojo” no es precisamente una invitación a convivir en paz). Tercero, sería el cargo de un modelo que no le pertenece, en el que no cree, y que es bien diferente del que dejó, junto a Pinochet hace veinte años.

¿Da lo mismo el piloto y la dirección?

Desde luego lo que viene no es el caos. Nadie jamás ha planteado semejante cosa, y si alguien lo entendió así, se equivocó. Lo que sí está en cuestión es saber si lo que está por venir es un futuro marcado por la gobernabilidad, el crecimiento y una mejor convivencia social, o, si nos encontraremos ante un escenario en el que empezamos a experimentar serias dificultades en nuestra convivencia.

Nadie puede creer que Chile tiene clavada la rueda de la fortuna. De hecho, lo que hemos conseguido no tienen nada que ver con la fortuna sino con el efecto producido por una experimentada y prolongada conducción política de calidad. Lo que tenemos es producto de un intenso trabajo social, económico y político. No es casual que el país progrese y se desarrolle sin pausa.

Que nos hallamos acostumbrado a que las cosas funcionen y a que las crisis sean superadas, no significa que ello continuará así pasé lo que pase y resuelva sé lo que se resuelva.

Si ninguna duda, la aplicación de recetas neoliberales para enfrentar la crisis económica internacional que empezamos a superar, hubiera sido bastante diferente (y para mal) para mayoría de los chilenos. No por nada, lo que había entrado en crisis era, también, un conjunto de dogmas y convicciones que no resistieron el momento de la prueba.

La derecha no soporta, ni por asomo, ser tratada como trata a los demás. Está acostumbrada a decir de sus adversarios cuanto le viene a la cabeza. La Concertación y el gobierno han sido acusados de las cosas más atroces en estos años. Pero ahora, en apariencia, cuando recibe una crítica política se siente profundamente ofendida. Da la impresión inicial que su idea sería la siguiente: “todo aquello que hiere mi fina sensibilidad debe ser descartado del debate”.

En realidad la derecha no creer al pie de la letra lo que está diciendo. Lo que está develando las declaraciones de sus dirigentes es una estrategia. Lo que quiere decir al denunciar una campaña del terror, es convencer a los electores que el candidato de la Concertación se está desesperando ante su seguro triunfo y que por eso estaría recurriendo a malas artes. Por supuesto, semejante procedimiento se puede emplear solo porque se tiene un fuerte control de los medios de comunicación, y bajo ninguna otra circunstancia.

Como se puede ver, Piñera estaba tratando de que se discuta sobre sus posibilidades electorales actuales antes que de ideas y propuestas. No pone el acento en el programa sino que busca la intensa y episódica confrontación de trinchera. A decir verdad, en esto último ha encontrado constante compañía.
Resulta que cuando el debate abandona el campo de la propuesta sustantiva que se ofrece al país, el candidato que sí cuente con un programa consistente pierde una ventaja importantísima. La capacidad de dar gobernabilidad y de orientar a la opinión pública deja de ser central.

Cuando lo que importa no es lo que se dice sino el ruido se que hace, entonces quedan en mejor posición los que tienen poco más que titulares o los que quieren consolidar su ventaja en las encuestas.

Terror, para qué te quiero

En otras palabras, Frei y su candidatura se verán “invitados” constantemente a debatir temas insustanciales, usando un tono apasionado y desmedido respecto de la mínima importancia de lo que se debate. No se ve porque tenga que ser aceptada semejante invitación.

Piñera se está dedicando a que la Concertación pierda el foco de su esfuerzo principal. Ocurre que Chile tiene la Presidenta más popular de su historia; que el gobierno tiene un respaldo que su ubica sobre el 60 por ciento; que el manejo en la crisis económica internacional es alabado en todas partes; que los problemas se están superando y que las expectativas futuras son cada vez mejores.

Si la derecha dejará que todo esto pese en la opinión y el ánimo de los chilenos, sabe que está perdida. Por lo tanto necesita que se discuta de otra cosa. Requiere llenar el espacio con distractores. Porque entonces, la avalancha de propaganda de una campaña en la que los recursos no escasean, hará la diferencia respecto de las otras opciones.

Frei, en cambio, tiene que hacer todo lo contrario de lo que le proponen sus adversarios. Ha de convencer a la gran mayoría de que sabe cómo darle continuidad a las principales políticas de la actual mandataria. Tiene que mostrar que las grandes reformas de la educación, la economía, las relaciones laborales, y la reforma del estado pueden ser emprendidas bajo su liderazgo. Ha de mostrar que las coaliciones de envergadura son indispensables, y dispone del conglomerado con mayor experiencia y más exitoso disponible en el país.

Frei no ha de presentarse como un solitario que quiere ser Presidente a toda costa sino como el representante de una visión de país asumida por la mayoría social y política. En otras palabras, el senador DC requiere de un fino trabajo de equipo para ganar.

No será nada de fácil pero, pese a todo, tiene que mantener la más amplia convocatoria a apoyarlo. Es posible que el debate de hoy sea una demostración clara de las estrategias con la que tendrá que enfrentarse y que ya muestra una reiterada coincidencia en apoyarse mutuamente en el ataque.

El camino del triunfo, sin embargo, requiere de serenidad y persistencia. Si el país quisiera lo que la derecha representa, Piñera ya habría alcanzado hace muchos meses una ventaja irremontable. Pero no es así.

Piñera no le tienen miedo a una supuesta campaña del terror. Le tiene terror a una campaña (la suya) que no crece como debiera. Es el miedo a algo que no está pasando, y que él no ha logra provocar. Está jugando a mantener la ventaja respecto del Frei (lo cual demuestra que su verdadero adversario es el senador y nadie más) haciendo que se entretenga en nimiedades.

Pero si Frei mantiene la atención concentrada en los grandes temas y logra elevar el nivel del debate, el representante de la derecha estará en grandes dificultades.